Aquí vivimos con una mano en la garganta.
Que nada es posible ya lo sabían los que in-
ventaban lluvias y tejían palabras en el tor-
mento de la ausencia. Por eso en sus plegarias
había un sonido de manos enamoradas de la
niebla.
Alejandra Pizarnik
No hay comentarios:
Publicar un comentario