Imágen Javier Giovannelli

domingo, 3 de abril de 2011

Horror Shopping

Hace algunas semanas estoy buscando un libro  por distintas librerias y no lo consigo. Cansada y llena de pesar, me resigné a ir a la librería de un  shopping y probar suerte. El lugar estaba atestado de gente, hacia donde mirara el paisaje era el mismo: infinidad de cabezas corriendo en distintas direcciones.
Parejas con niños pequeños, que van al shopping de tarde planeando algún tipo de paseo agradable para ellos, y se encuentran con la desagradable obviedad de que los pequeños se neurotizan con tantísima gente a su alrededor y no hay chupete que logre acallar sus chillidos.
Parejas con niños más grandes, cuya voracidad por el consumo ya ha despertado, y que no logran hacer que sus niños entiendan que la trampa número uno del capitalísmo es mostrarte todo lo que no  podés tener y hacerte creer que si sos mejor empleado y te dejás explotar un poquito más, tal vez  accedas a ellas.
Adolescentes que encuentran en el shopping un lugar donde tocarse con sus noviecitos, lejos de la mirada de sus padres y de las miradas de todos los que por ahí circulan sumidos en la alienación de comprar lo que sea.
Matrimonios con caras de aburridos tomados del brazo, que  mientras la señora mira en la vidriera la última tostadora del mercado, el señor aprovecha para mirarle el culo a la chica que pasa sin ninguna intención de ser disimulado. 
Gente que habla a  los gritos por celular. Larguísimas colas en las puertas de los fast food, llenos de gente deseosa de pagar para ser alimentados con mierda. Mujeres enloquecidas en los locales de ropa que no comprenden por qué el pantalón que al maniquí le sienta perfecto a ellas les queda un espanto. Maridos con cara de estar hartos de ver ese espectáculo en cada local al que entran.
Ancianos que eligen leer los diarios en esos pseudo bares que son como vidrieras,  en los que la gente se sirve sola, habla a los gritos y paga carísimos los cafés más feos del mundo.
Padres divorciados con sus niños a cuestas tratando de levantarse a las vendedoras de los locales y escapando de las  divorciadas que pasean con sus respectivos niños, porque la idea de agregar uno más a los suyos los aterra.
Grupos de chicas adolescentes que gritan y se empujan y se corren por los pasillos como en los recreos del colegio. Matrimonios que discuten como si nadie los viera y nada les importara. Hombres que se plantean cuán necesaria es la cafetera eléctrica con  reloj digital, porque el microondas tiene reloj, la heladera también, pero la cafetera no y sería útil que lo tuviera... . Gente que como no encuentra el jean de tres bolsillos que buscaba decide ir a otro shopping para ver si lo consigue.
En medio de esa jungla llegué al tercer piso del shopping, entré a la librería, busque un vendedor, pagué mi libro y salí  corriendo con Sylvia Plath agarrada de mi mano y felíz de que por una vez en la vida, yo no era la protagonísta de una escena tan patética.

1 comentario:

Nicolás Cobelli dijo...

Me encantó!!!!! el poder descriptivo de Roberto Arlt, la crudeza de Bukowski y la frontalidad de Laura Elías!!!

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